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En la sobremesa que incluye científicos, de repente viene bien hacer algún pequeño experimento, sobre todo si los presentes son docentes de nivel medio, que tienen ganas de convencer a sus alumnos de las maravillas de la ciencia y se enfrentan a programas obsoletos y francamente matapasiones. |
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Debo admitir que soy de las que no se aguanta y siempre lleva en el bolso alguna actividad. Ahora mismo mi bolsa está equipada con 36 micro-superimanes esféricos y dorados con los que se puede construir cubos, cadenas, corazones y multitud de hermosas figuras.
Regresando a mi texto original, acabo de aprender tres demostraciones que quiero compartir con ustedes. Las he clasificado en orden ascendente de lo que a mí me parece sorprendente.
Para la primera, se necesita un muñequito de esos con patitas que avanzan si se les da cuerda, un listón delgado de 50 centímetros de largo, una plomada –yo uso dulces porque son fáciles de calibrar– y una mesa con mantel o que sea ligeramente rugosa. Se debe amarrar un extremo del listón al muñequito y el otro a los dulces. Es más sencillo si se ata el muñeco lo más cerca posible de los pies. Se trata de colocar el muñequito sobre la mesa a unos 30 cm de la orilla y soltar el dulce a partir del borde. Este jalará al muñequito que, sorprendentemente, se detendrá justo al llegar a la orilla. Esta sorpresa se debe a que es necesario aplicar una fuerza sobre un objeto para que se desplace cuando hay fricción, de allí la necesidad del mantel o de la superficie rugosa. |