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Febrero 2011
Hélix
La ciencia y sus rivales

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

El gato de la muerte
La ciencia y sus rivales
Ahora ha causado revuelo el caso deun gato prodigioso que, en apariencia, puede pronosticar qué pacientes van a morir en una residencia para ancianos en la que vive.

A lo largo de la historia, se han dado a conocer varios animales célebres por llevar a cabo hazañas maravillosas. Es célebre, así, el caso del caballo conocido como Hans el Listo, propiedad del señor Wlhem von Osten, de Berlín, Alemania.

Allá por 1904 se afirmaba que este corcel podía contestar preguntas y resolver problemas de aritmética, para lo cual comunicaba sus respuestas con golpes de una de sus pezuñas delanteras en el suelo, una habilidad que demostraba ante muchas personas reunidas.

Se comprobó, sin embargo, que lo hecho por el animal era dar golpecitos en el suelo hasta que detectaba un ligero cambio de actitud en su dueño, el cual ocurría cuando el caballo llegaba al número correcto de golpes en el piso. El caballo no entendía la pregunta, lo único que hacía era interpretar las instrucciones no verbales dadas por su dueño.

Ahora ha causado revuelo el caso de un gato prodigioso que, en apariencia, puede pronosticar qué pacientes van a morir en una residencia para ancianos en la que vive. El gato se llama Óscar, vive en Rhode Island y su promotor es un médico geriatra llamado David Dosa, quien ha escrito un libro titulado Haciendo las rondas con Óscar, el don maravilloso de un gato ordinario,1 basado a su vez en un ensayo de Dosa, publicado en el New England Journal of Medicine (NEJM). Se afirma ahí que Óscar se ha pronunciado, mediante su presencia, sin falla alguna, sobre la muerte de más de 25 ancianos residentes.

Al parecer, desde que era un gatito, Óscar prefería acompañar –ya sea trepando a su cama o acostándose bajo la misma–, solamente a aquellos pacientes cuya muerte era inminente. Para Dosa, dicha capacidad se debe, tal vez, a que el gato posee la facultad de olfatear unos compuestos denominados ketonas, los cuales se desprenden durante el proceso de degradación de los carbohidratos, que se presenta al morir las células. Llega Dosa a afirmar que Óscar constituía un sistema de alerta temprana de la emisión de ketonas por parte de los pacientes.

Pero, antes de estudiar esta posibilidad, es necesario establecer el hecho de que el gato, en efecto, siempre cumplía su cometido de heraldo de la muerte en todos los casos de fallecimiento y que nunca, o casi nunca, fallaba en su supuesta misión, y eso es lo que, al parecer, no se desprende del relato de Dosa.

El investigador de fenómenos extraordinarios Joe Nickell, al examinar este caso,2 revela que Dosa se basa, sobre todo, en las afirmaciones de una enfermera llamada Mary, quien afirmaba que "Óscar sólo pasa su tiempo con los pacientes que están a punto de fallecer". Aunque también podemos leer en el libro de Dosa que algunos pacientes sobrevivientes aseveraron que Óscar también pasaba mucho tiempo con ellos. Esto lo afirma, entre otros, una paciente de artritis del mismo asilo.

No obstante, hay una objeción más a fondo, y es que Dosa no detalla algún caso en que el gato haya fallado en su pronóstico fatal, aunque en otra parte de su libro pide a los lectores que "perdonen los errores ocasionales que Óscar comete de vez en cuando".

También se reporta, en el propio libro de Dosa, que al hacerse del conocimiento generalizado del personal del hospicio las supuestas habilidades de Óscar, éste era colocado en la cama de los pacientes con mayores problemas de salud, lo que convertía todo este fenómeno en un simple caso de profecía que se cumple por sí misma.

El problema es que el caso de Óscar se ha convertido en una leyenda muy popular, sobre todo entre los grupos de los que quieren y protegen a los animales, quienes dan por un hecho la fantasiosa historia de Óscar.

También resulta desconcertante que revistas tan prestigiadas, como el NEJM, hayan publicado sin más el ensayo de Dosa, el cual dista de estar presentado como un artículo científico. Parece que el aspecto conmovedor de las historias que narra se sobrepuso a la necesidad de rigor científico que normalmente se exige de los artículos que ahí se publican.

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