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Julio-agosto 2011
Hélix
La ciencia y sus rivales

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

Publicidad insidiosa contra las vacunas
La ciencia y sus rivales
Los médicos aceptan que todo el mundo tiene derecho a la libre expresión, pero no a difundir falsas alarmas con tanta insistencia por un medio tan poderoso como ese gigantesco anuncio luminoso.
Muchas creencias irracionales que periódicamente se difunden entre grandes sectores sociales, aun en países desarrollados, tienen como consecuencias graves daños sociales y de salud.

Se atribuye el repunte reciente de la tosferina en Estados Unidos (a pesar de existir una vacuna muy efectiva) a las insistentes campañas que se han lanzado en contra de las vacunas, atribuyéndoles efectos gravísimos que no han sido comprobados de ninguna manera; se insiste así, sin base clínica alguna y en contra de lo que numerosos estudios revelan, que las vacunas causan, entre otras cosas, la incidencia del autismo en los niños.1

Esta creencia ha causado en ese país 9,477 casos de tosferina en 2010,2 así como más de una docena de muertes anuales en niños deliberadamente no vacunados por sus padres. Paradójicamente, lo único que protege a los niños no vacunados de contagiarse de tosferina es que éstos, en buena parte, conviven en grupos de niños que sí han sido vacunados –un efecto que se conoce como protección de rebaño–, pero, cuando el número de los no vacunados en medio de una población vacunada rebasa un cierto umbral estadístico, esa protección indirecta se desvanece y, al parecer, esto ya sucede en el estado de California.

Es por ello que ha causado gran indignación entre los pediatras de Estados Unidos la difusión de publicidad antivacuna en el llamado Jumbotron, de la cadena televisiva CBS. El Jumbotron es un enorme cartel electrónico animado y multicolor situado en Times Square, en Nueva York, por donde se proyectaron varios anuncios antivacuna, pagados por una organización anticientífica denominada Centro Nacional de Información sobre Vacunas (NVIC, por sus siglas en inglés), la que financió mensajes en los que se difundieron las direcciones de varios sitios de Internet en donde se afirma que las vacunas son dañinas. La Academia Americana de Pediatría, que representa a más de 60,000 pediatras, introdujo una demanda legal contra los involucrados en este atentado contra la salud infantil.

Se trata de un importante precedente, ya que los promotores de la pseudociencia y de afirmaciones infundadas, en general, no han encontrado una oposición vigorosa de los médicos organizados, los que prefieren no involucrarse en estas discusiones, pues muchos de ellos opinan que eso otorgaría a los charlatanes una presencia y estatura inmerecida. Pero los efectos trágicos de la ignorancia organizada esta vez han alcanzado niveles alarmantes y amenazan con provocar la reaparición de otras enfermedades que, se suponía, habían sido eliminadas o se encuentran bajo control, como la poliomielitis y aun la misma viruela negra.

Los médicos aceptan que todo el mundo tiene derecho a la libre expresión, pero no a difundir falsas alarmas con tanta insistencia por un medio tan poderoso como ese gigantesco anuncio luminoso.

Estudios clínicos muy completos demuestran la seguridad de las vacunas y la inexistencia de correlación entre su uso y la aparición de diversas enfermedades o condiciones dañinas como el autismo; consecuencias totalmente ajenas a los escasos y leves efectos secundarios detectados.3

Un promotor muy activo de estas patrañas es Joseph Mercola, un osteópata estadounidense que maneja un supuesto centro de salud.4 Lamentablemente, la ciencia médica carece de elementos y conocimiento detallado sobre estas pseudociencias como para hacer frente con energía a estos promotores de la desinformación más descarada.

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