Una de las características del Huntington es la neurodegeneración, es decir, la muerte de neuronas. Esto ocurre en dos regiones del cerebro: la corteza cerebral y los ganglios basales, encargados de controlar el movimiento y realizar funciones mentales superiores (aprendizaje, memoria, lenguaje, capacidad de planificar e integrar conductas emocionales, entre otras), mismas que resultan afectadas en los enfermos de Huntington
(figura 1).
En 1996, el grupo de científicos encabezado por la doctora Gillian P. Bates logró obtener ratones con la mutación del Huntington, los cuales presentaban movimientos involuntarios y temblores.
4 También se ha obtenido información a partir de modelos farmacológicos existentes desde los años setentas. Por ejemplo, los doctores Joseph Coyle y Robert Schwarcz demostraron que, al aplicar una inyección de ácido kaínico en cerebros de ratas, se simulaba el daño observado en los enfermos.
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Éstos y otro tipo de experimentos han ayudado a entender cómo actúa la mutación del gen, permitiendo proponer modelos que explican la forma como ocurre la muerte celular. En algunos de ellos se ha observado que la huntingtina está asociada a los microtúbulos, un sistema de transporte en forma de rieles que permiten el movimiento de componentes celulares a diferentes regiones de la célula. A consecuencia de la mutación, algunas funciones celulares se ven perturbadas con lo cual se acelera la muerte neuronal. Aunado a esto, se ha demostrado que la huntingtina mutada puede ocasionar la formación de agregados de proteínas
(cuadro 3), así como dañar el sistema de eliminación de proteínas
(cuadro 4). En ambos casos se alteran los procesos normales en las neuronas, ocasionando su muerte.