Los suelos son producto de la desintegración de rocas a partir tanto de fenómenos físico-químicos como de los elementos que, en forma muy lenta, los han descompuesto como el agua, el aire, la congelación, el deshielo, el rozamiento, el arrastre, su oxidación, hidratación, carbonatación, etcétera. De hecho, un gramo de suelo es una entidad extraordinariamente activa, pues en él continuamente ocurre una serie de reacciones químicas, las cuales le confieren las características de suelos ácidos, neutros y alcalinos. Si hay tanta vitalidad en los suelos, ¿por qué no usar biotecnología para modificarlos?
El primero que usó el término biotecnología fue el ingeniero húngaro Karl Ereky, quien en 1919 lo introdujo en su libro Biotecnología en la producción cárnica y láctea de una gran explotación agropecuaria, y hoy podría definirse como “toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para sus usos específicos”.
De acuerdo con sus aplicaciones, la biotecnología puede ser:
-->Roja: toda investigación relacionada con la aplicación universal médica.
-->Verde: aquella que se utiliza en procesos y/o materiales agrícolas.
-->Blanca: también denominada procesos de bioingeniería, pues su aplicación se destina a procesos industriales y su objetivo principal es disminuir el consumo de recursos empleados en los procesos tradicionales para generar bienes industriales.
Es, precisamente, en el ámbito de la biotecnología blanca que se planteó resolver algunos problemas relacionados con la calidad, durabilidad y continuo mantenimiento detectados en nuestra red carretera a partir del desarrollo de una tecnología que permitiese ahorrar recursos de tipo económico (costos de reparación) y movimiento de materiales, empleando una tecnología inocua para el medio ambiente y, además, susceptible de acoplarse al entorno en el que será utilizada; para ello se aplicó la síntesis de macromoléculas de levaduras del género Sacharomyces sp, microorganismo genéticamente modificado.
La formulación adecuada para una buena estabilidad de esta macromolécula se logra con el uso de tensoactivos, reguladores de pH (buffer), que evitan la desnaturalización de esta macromolécula, para lo cual se cubren todos los requisitos de control de calidad (pH, conductividad, viscosidad, apariencia, color y olor). El resultado fue un producto que mejora la calidad de los suelos empleados para terracerías en la construcción de carreteras, cuya finalidad es llevar a cabo una serie de reacciones, primero de humectación, consolidación y aglutinación de los componentes orgánicos e inorgánicos de los suelos, que lo perfilan como un aliado en la tecnología de mecánica de suelos, de ingeniería civil y todo lo relacionado con los materiales propios de estas disciplinas. El propósito:
-->Modificar en forma positiva su grado de compactación (sin necesidad de máquinas)
-->Reducir la plasticidad2 de algunos materiales como la arcilla
-->Brindar mayor permeabilidad y densidad3 a los suelos
-->Aumentar el Valor Relativo de Soporte (VRS) de los suelos, así como su resistencia
Todo esto se logró al aplicar biotecnología a diferentes materiales tales como arcillas, arenas, limos, etc. y/o la combinación entre ellos y, después de los resultados satisfactorios obtenidos en pruebas realizadas en los laboratorios especializados de mecánica de suelos, se obtuvo una innovación tecnológica denominada comercialmente Biocompact (cuadro 2).
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