El dispositivo era similar en tamaño a un radiolocalizador y requería audífonos de diadema para ser utilizado, precisa el ingeniero Óscar López Arce.

“Con éste [prototipo] buscábamos que no hubiera necesidad de que el paciente se realizara una audiometría, pues él mismo sería capaz de programar el auxiliar en función de su pérdida auditiva simplemente con oprimir algunos botones”.

Pero cuando finalmente presentaron el proyecto en el Conacyt, las autoridades de la institución les sugirieron perfeccionarlo.

“El prototipo le gusto a la gente de Conacyt, quienes vieron las ventajas del producto, particularmente su costo, pues , en un principio, podría venderse al público en 5 mil pesos; sin embargo nos sugirieron perfeccionarlo, así que a través del Programa Avance nos otorgaron un financiamiento de aproximadamente 3 millones 500 mil pesos”, comenta Mauricio Stephens.

Además de los recursos financieros, Conacyt puso en contacto a los emprendedores mexicanos con especialistas en ingeniería electrónica, del Cinvestav Guadalajara, y en diseño industrial, del ITAM, lo que permitió desarrollar la versión definitiva, cuya característica principal es un menor tamaño y la adopción de un nuevo diseño, conocido como curveta o BTE (por sus siglas en inglés), que permite montar el auxiliar detrás de la oreja.