Para mí, la verdadera magia de los robots cerebroides es lograr entender por síntesis lo que es el propio cerebro. Busco desarrollar una teoría del cerebro capaz de explicar su funcionamiento mediante la reproducción de algunas capacidades o mecanismos cognoscitivos humanos en máquinas reales, con realismo biológico (no morfológico).
Así como las fórmulas matemáticas permiten explicar la física; las abstracciones robóticas –estos robots de investigación– nos permiten entender y explicar el cerebro; eso significa hacer neurobiología de síntesis para entender la inteligencia.
Si implemento –como es mi experiencia– un conjunto de módulos en cerebros robóticos equivalentes a la corteza motora del cerebro del hombre (un robotúnculo) me puedo plantear el experimento de cómo controlarlos para su buen funcionamiento, generando con ellos una teoría de su funcionamiento en el cerebro viviente. Adicionalmente, la hipótesis generada me hace preguntarme sobre la naturaleza de la Representación no simbólica, un tema candente de la Inteligencia artificial. El Robotúnculo es una abstracción de la corteza motora tan propia como lo sería una ecuación de control para el mismo fin.
Mi agradecimiento al señor Fernando Guzmán Aguilar, quien escribió Robots cerebroides, la entrevista que me permitió hacer este artículo, así como al señor Roberto Gutiérrez Alcalá, encargado de la página “Proyecto UNAM ”, del diario El Universal, sección de Cultura.