Desde 1998 he intentado dotar a mis robots de telecontrol de orden superior; es decir, de aquel tipo de control, por mi parte, que sólo vulnere su autonomía con el consentimiento de ellos, pero aún continúo trabajando en ese modelo de robot pre-sabio con el suplemento de sistemas simbólicos de razonamiento abductivo. El objetivo es que en un futuro, aún lejano, este robot autoevolucione a su vez a la categoría de sabio, con capacidad para conocer su mundo a través de la experimentación en él y por interacción con personas mediante lenguaje simbólico y corporal.
La mejor aplicación que un sistema sapiente físico podría tener sería la de tutor dentro de un ambiente de aprendizaje significativo en personas; por ejemplo: si construyéramos un robot que, de manera presencial, ayudara a una persona en el difícil arte de aprender a aprender, estaríamos en camino de crear una nueva especie: el robot sapiens. Sin embargo, el robot-tutor presencial sapiente para fines educativos deberá ser también un sistema hábil consistente con el modelo de una presencia gestual y táctil capaz de suscitar emociones en los aprendices, emociones que fijen lo aprendido en la categoría de un conocimiento significativo. El lenguaje gestual y táctil es importante porque permite comunicaciones muy rápidas como señalamientos y llamadas de atención, entre otras muchas ventajas. Las experiencias negativas están a la vista en la multitud de sistemas tutoriales no incorporados (que no tienen sensores) implementados en computadoras.
Soy un incurable optimista y tengo la convicción de que algún día tendremos robots con mente y emociones, o al revés: con emociones primero y mente después. |
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