Entonces, ¿renunciaremos a conocer la naturaleza de nuestro Universo? De ninguna manera. El misterio que encierra la materia invisible permanece en el quicio de la puerta y muchas otras se han abierto anteriormente. Hace unos cuantos años los astrónomos descubrieron un fenómeno que lleva consigo la respuesta sobre la cantidad total de materia (visible e invisible) del Universo y sobre la forma como está repartida en el espacio; se trata de un fenómeno llamado lentes gravitacionales.
Las lentes gravitacionales se producen cuando dos astros (o más, en determinado caso), situados a diferentes distancias de la Tierra, están casi perfectamente alineados con ésta y parecen coincidir en el cielo. Para llegar hasta nosotros, la luz del astro más lejano tiene que atravesar el campo de atracción gravitacional del astro más próximo y, al hacerlo, es desviada, lo cual provoca una deformación en la imagen del astro.
Utilizando la relatividad general, Einstein demostró, en 1936, que si dos estrellas estaban alineadas en la misma mira de un observador en la Tierra, la más próxima a nuestro planeta actuaría como una lente gravitacional que produciría una imagen deformada de la estrella más lejana, pues el campo de gravedad correspondiente a la segunda estrella desviaría la luz de la primera, por lo que el observador, en lugar de ver solamente un punto de luz, percibiría un anillo circular de luz centrado en la verdadera posición de la primera estrella, pero este anillo de luz es una especie de lente cósmica; en realidad no existe.
Hasta el momento, en la dirección de los cúmulos de galaxias, se han descubierto más de una docena de arcos luminosos gigantes, cuyas propiedades –longitud, forma, dirección, etcétera– permiten deducir la masa total, tanto visible como invisible de la parte central de los cúmulos que la producen; por ello, estas lentes gravitacionales pueden considerarse nuevos instrumentos que permiten al astrónomo rastrear la materia oscura del Universo.
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