Las observaciones precedentes nos conducen al esquema que denominamos Modelo Cosmológico Estándar, a partir del cual se supone que hace 15,000 millones de años toda la materia del Universo estaba concentrada en una zona extraordinariamente pequeña del espacio con presión y temperatura muy altas. Ahora bien, por algún mecanismo no muy bien determinado, pero probablemente de origen cuántico (por cuántico nos referimos a ese mundo de lo pequeño: sean los electrones, protones, etcétera), se inició una gigantesca expansión por la cual la materia salió impulsada con gran energía en todas direcciones. Los choques entre las partículas de aquélla y un cierto desorden hicieron que la materia se agrupara y se concentrase más en algunos lugares del espacio, propiciando la formación de las primeras galaxias; desde entonces, el Universo continúa en constante movimiento y evolución. Esta teoría se basa en observaciones rigurosas y es matemáticamente correcta desde un instante después de la explosión.
En la segunda década del siglo XX, las observaciones del astrónomo estadounidense
Edwin Hubble empezaron a develar que, a gran escala, todas estas agrupaciones de galaxias se estaban alejando unas de las otras: el Universo se está expandiendo. Este descubrimiento fue una de las grandes revoluciones intelectuales del siglo pasado, y constituyó una sorpresa radical que modificó completamente las discusiones sobre el origen de éste.
Observaciones astronómicas recientes han demostrado, por un lado, que la expansión se está acelerando y, por otro, que la mayor parte de la materia y la energía en el Universo es fundamentalmente diferente de la observada en la Tierra y, además, que no es directamente observable como veremos adelante.