Desde hace muchos años, los campesinos se han dado a la tarea de seleccionar los granos destinados para la siembra de la siguiente temporada; esto ha provocado que se originen nuevas razas y variedades de maíz con capacidad de adaptarse a suelos y climas específicos.
A principios del siglo pasado los botánicos comenzaron a interesarse por el estudio de los diferentes tipos de maíz y hallaron que cuando el polen de una planta de maíz fecunda las mazorcas de otra, se generan nuevas especies; algunas más débiles, pero también otras más resistentes, cuyas semillas son guardadas para, finalmente, obtener líneas muy puras con alta resistencia a enfermedades e, incluso, a algunos tipos de estrés, produciendo, en consecuencia, plantas más vigorosas y productivas. Fue gracias al cultivo de estas nuevas especies híbridas (es decir, plantas resultantes de las cruzas hechas por el hombre con el fin de conferirle a la especie alguna característica deseable, como por ejemplo el limón sin semilla, que es producto de la cruza del limón tradicional y la lima) que comenzó a evolucionar el estudio
de las ciencias agropecuarias en nuestro país. |
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