El cacao, entonces, es la semilla de la planta de cacao que, una vez madura, se seca y muele para formar un polvo utilizado como base para la fabricación del chocolate. Así, el chocolate se obtiene mezclando azúcar con dos productos derivados de la manipulación de las semillas de cacao: una materia sólida (pasta de cacao) y una materia grasa (manteca de cacao). Otro producto derivado de esta semilla es la cocoa, que proviene de la cáscara de la semilla –base para preparar bebidas si se macera y mezcla con leche caliente–, cuyo aroma y sabor es similar al chocolate en polvo (hecho a partir de la semilla), aunque carece de las características originales de éste.
El cacao se ha utilizado tradicionalmente como energizante y tónico que protege contra ciertas enfermedades. También ha sido usado para estimular el apetito, aumentar la resistencia física y reducir la fatiga. Algunas culturas, incluso, lo consumían como afrodisíaco. Los usos medicinales del cacao –tanto como medicina primaria como vehículo para desarrollar otros medicamentos–, fueron originados en el Nuevo Mundo y difundidos en Europa a mediados del año 1500.
En la actualidad, se le atribuye la habilidad para elevar los sentidos, mantener el estado de alerta y de bienestar general, además de reducir la tensión. Los caracteres organolépticos (sabor, textura, olor y color) del chocolate y sus propiedades estimulantes han hecho de este alimento uno de los más famosos del mundo. Hoy en día se sabe que numerosos componentes del chocolate tienen efectos benéficos para la salud, pero no para utilizarlo como medicina per se.
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