El maíz es el alimento básico para la población mexicana, por ende, un cultivo de gran relevancia y uno de los cuatro cereales más importantes en el mundo. México, centro de origen del maíz, se caracteriza por presentar una amplia diversidad de genotipos cultivados bajo distintas condiciones ambientales.
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En tiempos antiguos, antes de que nuestro continente fuera descubierto, los indígenas plantaba maíz depositando las semillas en un agujero y espolvoreándolas con ceniza de madera, luego añadían restos de algún animal muerto para que fungiera como fertilizante y, finalmente, cubrían todo con tierra.
En la actualidad, las técnicas de siembra han evolucionado junto con nuestro conocimiento, y sabemos que este cultivo requiere suelos arcillosos con un desagüe apropiado y climas cálidos, además de mucho sol y lluvias frecuentes para mantener humedades altas. Sin embargo, estas condiciones pueden acarrear otros problemas si no se tiene un adecuado control sobre ellas, ya que las humedades excesivas provocan el ataque de hongos patógenos sobre la planta, dañándola durante su crecimiento y, en algunos casos, este deterioro alcanza las mazorcas.
Lo mismo ocurre con los insectos, algunos de los cuales no solamente afectan los granos en el campo, también lo hacen en el almacén; tal es el caso de
Sitophilus zeamais, mejor conocido como
gorgojo del maíz, que perfora los granos, ocasionando grandes pérdidas en la producción final y, por lo tanto, en la economía.