Una característica importantísima para que el sistema inmune empiece a actuar es el reconocimiento de lo propio y de lo extraño. Actualmente se cree que el sistema innato de los insectos tiene un alto grado de especificidad y puede discriminar, entre los agentes patógenos, cuáles son bacterias, hongos u otro tipo;
1 esta característica le permite generar una respuesta específica para cada patógeno y eliminarlo, utilizando de manera óptima los recursos que para este fin se requieren.
Las células de tejidos epiteliales y los hemocitos son los principales encargados de detectar los patógenos, pues en su membrana celular se encuentra un gran número de proteínas que reconocen las moléculas de la membrana de los agentes infecciosos y, al ocurrir esto, se enlaza la comunicación entre los hemocitos y el cuerpo graso, aunque por ahora desconocemos el mecanismo de comunicación entre estos dos componentes del sistema inmunitario.
El organismo del insecto es capaz de censar la infección y regular su respuesta inmune, en la cual el cuerpo graso es muy importante, pues también se encarga de la producción de moléculas de regulación,
2 las que a su vez, mantienen controlada la proliferación de hemocitos encargados de regular y detener la producción de los PAM, así como la cascada de fenoloxidasa y la producción de ERO, con lo cual el sistema inmune actuará contra los patógenos, garantizando el no sufrir efectos negativos en órganos y tejidos propios (pues las moléculas tóxicas que
matan patógenos también pueden afectar las células del insecto), evitando una reacción autoinmune.