En el año 525, bajo las órdenes del Papa Juan I, se determinó la fecha de inicio del calendario, usando como referencia la supuesta fecha del nacimiento de Jesús. Fue Dionisio el Exiguo, abad de un convento en Roma, quien fijó la fecha en base en los evangelios de Mateo y Lucas, según los cuales el nacimiento de Jesús ocurrió cuando Herodes el Grande era rey de Judea, y Dionisio ubicó la fecha en el año 753 del antiguo calendario romano, pero, incluso, concediendo que en ese año nació Cristo, existe un error, pues se marcó éste como año 1 y no como año cero.

Al llegar al Renacimiento ya se tenía un retraso de aproximadamente 10 días en las fechas de los equinoccios y los solsticios. Por ello el Papa Gregorio XIII ordenó que el 5 de octubre de 1582 se convirtiera en el 15 de octubre. De modo que se creó un nuevo calendario, el calendario gregoriano.

El año bisiesto surge como una medida compensatoria por la inexactitud en la fijación de años con 365 días. Así que el ajuste consiste en agregar un día al calendario cada cuatro años (cuadro 2).