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SUSANA ROMERO GARCÍA, HERIBERTO PRADO GARCÍA
Y JOSÉ SULLIVAN LÓPEZ GONZÁLEZ
¿Tienen defensa las mitocondrias?
» Defensas propias. Una atmósfera rica en oxígeno (como la de nuestro planeta) es, inevitablemente, oxidante. Cuando los metales se oxidan, se presenta la corrosión; cuando nosotros nos oxidamos llegamos a la etapa de envejecimiento, aunque conviene señalar que este proceso no sólo depende de la oxidación, es por ello que la producción de radicales libres es una consecuencia inevitable de respirar oxígeno.

Pero, a pesar de las aparentes desventajas de la oxidación, nos hemos adaptado a vivir y a desarrollarnos en este ambiente, ¿cómo lo logramos? Pues resulta que la presión evolutiva nos proporcionó un mecanismo compensatorio de protección eficiente: nuestro cuerpo produce enzimas (como la peroxidasa, la catalasa, la superóxido dismutasa y la glutatión peroxidasa) que llevan a cabo reacciones orientadas a la eliminación de radicales libres y de otras sustancias oxidantes… por un tiempo; no obstante, en la vejez disminuye la producción de estas defensas naturales.

» El ejercicio físico regular. Se sabe que hacer ejercicio regular mejora la calidad de vida, porque protege contra la osteoporosis y otros factores de riesgo asociados al envejecimiento; pero ¿cómo reciben las mitocondrias el ejercicio físico regular en la vejez?

En 2007, el equipo del doctor Conley, del Centro Médico de Washington, encontró que el sistema músculo esquelético, en la vejez –hablamos de humanos y animales–, despliega una actividad mitocondrial reducida tanto en el consumo de oxígeno como en la producción de ATP, además de presentarse un mayor estrés oxidativo. De este modo, uno podría asumir que, si la función mitocondrial se deteriora con la edad, el ejercicio podría atenuar este declive y tener un papel protector; sin embargo, en 2009, el doctor Betik y sus colaboradores de la Universidad de Calgary, Canadá, establecieron un programa de entrenamiento físico para ratas desde la edad adulta a la vejez y observaron que el ejercicio, si bien mejoró la condición física, redujo el porcentaje de grasa corporal e incrementó su longevidad, pero no previno el declive de la actividad mitocondrial ni de la masa muscular en comparación con el grupo que no se sometió a entrenamiento; en otras palabras: no retrasó el envejecimiento, aunque sí incrementó la longevidad.

No obstante, el doctor Judge y su equipo, de la Universidad de Florida, en 2005 observaron una disminución de 10% en la producción del peróxido de hidrógeno (un radical libre) como resultado del ejercicio constante de animales sometidos a un estudio; mientras que, el mismo año, el doctor Parise de la Universidad de McMaster, Canadá, observó que un programa de ejercicio continuo lleva a un incremento de enzimas antioxidantes y un menor estrés oxidativo en humanos adultos en la etapa de vejez.

En conclusión, aunque el ejercicio no retrasa el envejecimiento, es claro que su práctica regular puede proteger de daño oxidativo, disminuyendo la cantidad de radicales libres producidos y, con esto, proteger tanto las mitocondrias con las que ya cuentan las células del organismo, como su función, conservando su capacidad de producción de energía sin incrementar la producción de radicales libres, lo cual puede permitir que un individuo en la vejez incremente su longevidad, así como su calidad de vida, además de impedirle caer en el círculo vicioso: daño provocado por la producción de radicales libres b mal funcionamiento mitocondrial b más daño que agudiza el proceso de envejecimiento.

» La dieta. Como se mencionó, en la vejez se reduce el efecto de los antioxidantes naturales del cuerpo, por lo que se requiere incluir suplementos naturales. Una dieta rica en sustancias antioxidantes puede beneficiar a nuestro organismo al reducir la degeneración celular producto del daño oxidativo. Los antioxidantes son sustancias que tienen una estructura molecular proclive a reaccionar con los radicales libres, quitándoles su alta reactividad química y disminuyendo la cantidad de radicales libres capaces de estropear la función mitocondrial.

Se han identificado más de 4, 000 antioxidantes presentes en frutas, nueces, vegetales, semillas, especias y cereales, entre los cuales se encuentran los alimentos que contienen las vitaminas C y E, y carotenoides presentes en naranjas, mandarinas, zanahorias, jitomates, melón, etc. Bebidas como el té verde y negro, café, vino tinto y chocolate también contienen antioxidantes.

» Por otro lado, existen células de defensa en nuestro organismo que emplean los radicales libres como mecanismo de protección para hacer frente a patógenos invasores; de modo que aun cuando los antioxidantes son claramente importantes para el hombre, el excesivo consumo de suplementos de este tipo, así como el abuso de vitamínicos farmacéuticos, podría cambiar el balance oxidante-antioxidante hacia el lado antioxidante, cuyos riesgos aún no son claros, pero, esta práctica podría ser contraproducente. Por ejemplo, respecto al consumo excesivo de vitamina E se ha reportado la presencia de síntomas como náuseas, debilidad muscular, daño en la mineralización de huesos, tiempos de coagulación prolongados, etcétera.

En conclusión, al reducir el deterioro mitocondrial –mediante un programa de ejercicio físico acompañado de una dieta rica en antioxidantes– también se reducirá el daño acumulado por estrés oxidativo, lo que permitirá incrementar la longevidad y la calidad de vida. Por otro lado, considerando que el daño mitocondrial está parcialmente involucrado en algunos serios problemas asociados con el envejecimiento, como el Alzheimer y Parkinson, es mejor darle un lifting a tus mitocondrias.
Foto:Ejercicio/ Ite
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