Mucha gente teme envejecer, pues sabe que la vejez implica un deterioro fisiológico capaz de incrementar la vulnerabilidad de nuestro organismo, al enfrentar ciertos retos del ambiente, así como un riesgo –de creciente a inminente– de enfermedad y muerte. Para bien y para mal, el envejecimiento es inevitable; aún no se ha encontrado la fuente de la eterna juventud o el árbol de la vida, mitos que han inspirado innumerables leyendas y relatos fantásticos. En lugar de éstos, y para el mundo real, el ser humano ha creado algunos mecanismos de mitigación aparente de los efectos de vejez, como la cirugía estética y la industria cosmética, cuyo fin es no hacer visible ante el espejo lo que realmente está pasando en nuestro cuerpo.
Cada especie tiene programada una edad de inicio a toda una serie de eventos que conducen a la vejez, por lo que retrasar el envejecimiento implicaría demorar el reloj biológico, pero éste no se detiene; de modo que no hay dieta, complementos vitamínicos o minerales, suplementos hormonales, ni actitud, comportamiento o estilo de vida que haya demostrado aplazar el envejecimiento. Sin embargo, podemos elegir, en cierta medida, la calidad de vida en la vejez e, incluso, incrementar la longevidad o esperanza de vida –como longevidad entendemos una expectativa sobre el tiempo que puede vivir un individuo dado su entorno–.
El envejecimiento es un proceso natural, irreversible y progresivo que define el tiempo o plazo de vida de una especie; por ejemplo, algunos investigadores creen que el plazo humano de vida puede ser de unos 115 años, aunque esto depende de muchas variables y puntos de análisis.
Este tema hace surgir millones de preguntas que, afortunadamente, están siendo objeto de investigación por parte de científicos de todo el mundo; una de ellas: ¿siempre ha tenido los mismos parámetros la longevidad humana?
Quienes nacieron en la Grecia clásica (siglos V al IV a. C.) sólo podían esperar vivir unos 38 años; en la Alta Edad Media la cifra cayó hasta unos 30 años y, actualmente, la esperanza de vida se ha incrementado a 75 años, aunque esta cifra varía de acuerdo con el medio en el que se viva.
Otra de nuestras preguntas es: ¿qué nos hace envejecer? El doctor Bratic, de la Universidad de Cologne, Alemania, basado en estudios gerontológicos llevados a cabo en los últimos 20 años, ha identificado algunos elementos involucrados en el proceso de envejecimiento, los cuales apuntan hacia la mitocondria como uno de los organelos clave de la longevidad. Por otro lado, el mismo investigador observó que una variedad de
fenotipos de la vejez, tales como pérdida de peso, pérdida de cabello, osteoporosis, encorvamiento de la columna vertebral (joroba), reducción de la masa muscular y disminución de la fertilidad coinciden con un mayor daño mitocondrial en las células del organismo
(figura 1): ¿podrían las mitocondrias ser responsables del envejecimiento? y, después de todo, ¿quiénes son esos
órganos chiquititos; es decir,
organelos?