La capacidad de autopercibirse
Es esta una función de nuestro sistema nervioso que nos concede algo fundamental conocido como identidad personal; es decir, yo soy la misma persona que jugaba a las canicas de niño, salía con mi novia cuando adolescente y me gradué de doctor en medicina en la UNAM. Esto es, tengo una continuidad ontológica.3 Pero, en el aquí y el ahora también tengo una auto-percepción de mi cuerpo, por ejemplo, mis manos sobre un teclado, mi espalda y glúteos en una silla, mi postura desgarbada… Por supuesto que no me puedo ver de cuerpo completo a menos que recurra a un espejo o una cámara de video y, sin embargo, aun frente a éstos, no concuerdo totalmente con lo que veo. Lo anterior es apoyado por diferentes neurofisiólogos y neurofilósofos, quienes han propuesto lo siguiente: el cerebro filtra y decide qué quiere y qué no quiere registrar (cuadro 1).
Una experiencia asombrosa es reportada por la doctora Blackemore4 y sus colegas, quienes descubrieron que algunas personas voluntarias al sólo ver cómo otra persona es tocada, por ejemplo en la espalda, puedan sentirse tocados también, y de hecho, al colocarlos en resonadores magnéticos funcionales (dispositivos en los cuales puede verse el flujo sanguíneo), se observó la activación de las mismas zonas que en el individuo tocado; estas neuronas son conocidas como células en espejo, y son, al decir de la autora citada, una explicación del fenómeno de la empatía (cuadro 2).
Por ejemplo, en la retina se presenta un fenómeno llamado permanencia de la imagen; esto ocurre gracias a una serie de circuitos locales cuya consecuencia es que la imagen permanezca un tiempo prolongado, situación que hizo posible el cine. Por otro lado, no vemos las arterias y venas que cruzan la retina, y el punto ciego de la retina5 es llenado por una especie de fabulación de la misma, es decir, el cerebro ubica ahí lo que éste supone debe llenar el hueco.
Continúa...
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