El pionero de las prótesis en nuestro país

José Miguel Muñoz González (1779-1855) nació en la ciudad de México. Fue aprendiz de cirujano-barbero, como Ambrosio Paré, y con su inteligencia y destreza impresionó a Francisco Javier Balmis, quien en 1804 dejó en sus manos la conservación de la vacuna de la viruela. En 1816 fue ayudante honorario de cirujano en el Cuerpo de Cirugía Militar; pero lo más relevante de su vida fue el aporte a las prótesis en México.

A principios del siglo XIX México compraba prótesis de madera a países como España, pero no todos tenían recursos para ello, o para mandarla a hacer especial, y se tenían que conformar con las muletas o bastones. El primer día de febrero de 1816, Muñoz solicitó al virrey Félix María Calleja el privilegio para fabricar y expender prótesis de piernas, durante diez años, a cambio de garantizar los mejores precios. Sus piernas artificiales no sólo cubrían el defecto a grado tal que lo hacían casi imperceptible (podían cubrirse con las medias y calcetas), también daban gran libertad de movimiento.

En 1838, cuando los cañonazos de la flota francesa cayeron sobre San Juan de Ulúa y la playa cercana, hiriendo a Santa Anna en la pierna izquierda, José Miguel Muñoz le proporcionó la prótesis que sustituyó el miembro amputado, lo cual le valió reconocimiento internacional como pionero de las prótesis de extremidades.

Su hijo Luis Muñoz presentó en 1875, en la Academia de Medicina, un aparato de su invención para inmovilizar las piernas cuando habían sufrido una fractura. Tras las pruebas pertinentes, se aprobó su invento, y entró a formar parte de la práctica médica mexicana.

Inicio
Las primeras prótesis
Ambrosio Paré: el cirujano inventor
El siglo XX: auge de las prótesis en México
Bibliografía