Las leyes de la física clásica nos permiten ver en el tiempo –hacia atrás y hacia adelante– la evolución de muchos fenómenos naturales con mucha precisión, pero no ocurre así con todos los fenómenos; muchos de ellos, aun obedeciendo estas leyes o reglas, no se pueden predecir, son como el lanzamiento de un dado o de una moneda al aire, o como el clima, eventos cuyo resultado no conocemos previamente con certeza, pues éste depende del azar o de factores desconocidos; podemos constatar que diferentes resultados pueden tener la misma causa, pero no es posible controlar todas las variables o, incluso, conocerlas y, por tanto, existe
indeterminación en el pasado y en el futuro.
Durante mucho tiempo se pensó que los humanos éramos una consecuencia natural del surgimiento de la vida en el planeta, es decir, que si pudiéramos volver al pasado (regresar la película, por así decirlo) hasta la aparición de las primeras células y después dejarla correr nuevamente, la historia sería la misma y aparecería la especie humana tal como ahora. Pero las cosas serían más parecidas a la película
Corre Lola corre,
* al clima o al lanzamiento de un dado o una moneda; situaciones con un determinado grado de impredecibilidad, puesto que cualquier pequeñísima modificación en el inicio o durante el proceso produciría cambios enormes.
Darwin observó que la vida era una lucha continua para obtener recursos, y sólo una pequeña fracción de los individuos nacidos sobrevive y se reproduce; a este proceso de supervivencia llamó selección natural; mecanismo por el cual las especies sobrevivían o se extinguían. Darwin no usó la expresión
supervivencia del más apto, ni el término
evolución, sino que habló de
descendencia con modificación. La selección de tales modificaciones permite que los cambios ventajosos producidos al azar y heredados de padres a hijos se acumulen y, dado que existe una situación permanente de escasez de recursos, hay una constante lucha por la supervivencia, en la que subsisten los mejor adaptados.
Un excelente ejemplo del papel del azar en la evolución puede encontrarse en los resultados de un experimento destinado a observar las variaciones evolutivas surgidas en bacterias a lo largo de muchas generaciones, el cual fue iniciado en 1988.
2 Veintidós años y 40,000 generaciones después fue posible observar detalles evolutivos de las mutaciones azarosas y adaptativas ocurridas.
Los primeros cambios mostraron que las bacterias se adaptan con facilidad y de manera sorpresivamente constante, pero de repente se presentaron cambios radicales y el número de mutaciones se incrementó. Alrededor de la generación 20,000 fueron percibidas 45 mutaciones, pero en la generación 40,000 el número de mutaciones era de 653. Este ejemplo indica la importancia de la diversidad en la preservación de la vida y el papel del azar en la supervivencia, por lo que lejos estamos de tener un futuro determinado de antemano.