A mediados de julio, cuando las noches lo permiten, y aprovechando que no hay Luna, tenemos arriba de nuestras cabezas, un poco al norte, la constelación Hércules, formada por un cuadrilátero central en cuyo brazo oeste se halla uno de los cúmulos globulares más bellos del cielo, el llamado M-13 por Charles Messier en su catálogo de objetos celestes.
Es un cúmulo globular visible a simple vista que, con binoculares o cualquier telescopio, aparece como un bello enjambre de miles de estrellas formando una especie de borla esférica cuya densidad decrece a partir de su centro. Al verlo, nos hace pensar en la inmensidad del firmamento.