El sobrepeso del cuerpo humano está relacionado con un malfuncionamiento del cerebro, por el cual no responde a las señales surgidas de diferentes tejidos para suspender la ingesta de comida. Aunque hay grandes reservas de energía en los almacenes del organismo (tejido adiposo o grasa), no es posible detener el aporte de alimentos. Por otro lado, las estrategias para combatir la obesidad fallan al no entender que el cuerpo humano está diseñado para soportar largos periodos sin comer.
Funciones cerebrales
En la región del cerebro llamada hipotálamo tenemos algo así como el alimentostato (algo equivalente a un termostato), un sistema que, por un lado, regula el hambre y, por otro, la saciedad; éste es un proceso complejo, porque depende de factores como los niveles de glucosa (azúcar) en la sangre, la actividad de la persona, su edad, la hora del día, etcétera.
Las leptinas son sustancias que se producen en los adipositos (células del tejido graso), las cuales sirven para indicar qué tan grandes están dichas células; eso refleja la cantidad de grasa que tiene una persona. En animales de laboratorio (ratas) que, debido a un defecto genético, no producen esas sustancias se presenta la obesidad. En los seres humanos es muy raro que exista una deficiencia genética como ésta, sin embargo, existen algunos casos reportados.
En las personas con obesidad, los niveles de leptinas en sangre son elevados porque tienen mucho tejido adiposo, pero algo sucede en su cerebro y concretamente en su hipotálamo que no hace caso de esa señal. Parece que hay un estado refractario, es decir, que ya no responde a una señal a la que previamente sí lo hacía. El resultado es que uno de los frenos (esto es el sistema de saciedad*) naturales al impulso de seguir ingiriendo alimentos está descompuesto.
Además de las leptinas, otras sustancias como el péptido Y, así como una forma corta de la colecistocinina (CCK-8), la serotonina, la dopamina y otras sustancias intervienen en la regulación del apetito.
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