A principios de los años ochenta, una parte considerable del público internacional tuvo por primera vez acceso al cosmos, y pudo observar en las pantallas televisivas con gran detalle y calidad artística las maravillas más extraordinarias que ofrece el universo.
Las familias tuvieron la oportunidad, sin precedentes, de conocer al detalle tanto la magnitud y maravillas de nuestro sistema solar como lo prodigioso e insondable del cosmos intergaláctico. Fue posible percibir su vastedad, comportamiento y edad, así como los fenómenos que le dieron origen y han guiado su expansión y renovación constante en galaxias y estrellas de múltiples generaciones.
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