Sería útil indagar –con un cuestionario más amplio– si la tendencia a conceder una mayor valoración a los bienes ambientales se consolida en el pensamiento del educando de acuerdo con su avance escolar (lo cual sí sería un logro pedagógico importante), a pesar de que determinados conceptos científico-técnicos de índole ambiental se olvidan o confunden con otros que se practican o utilizan más.
En la secundaria es urgente fomentar actividades escolares que refuercen la aplicación de conceptos ambientales y ecológicos básicos con el fin de aprovecharlos al máximo y sirvan al individuo para procurarse una mejor calidad de vida.
La alfabetización ambiental no es para ser memorizada, sino practicada; sólo así podrá buscarse el vínculo entre el pensamiento y la acción pro-ambiental que, por cierto, en este ejercicio únicamente fue constatada –en forma negativa– en lo declarado con respecto a la disposición responsable de la basura (pregunta 3) y la habilidad para depositarla correctamente por separado en un simulacro de vertimiento, en el cual la gran mayoría (por descuido o falta de atención) no mostró la destreza esperada (véase el resultado de las preguntas 11 y 12).
Esa falta de pericia o de habituación en la práctica de la separación detallista de los desechos quizá se explica porque en sus escuelas los alumnos no hayan sido convocados a disponer de sus desperdicios separándolos.7 Es decir, que en estas comunidades escolares (situación tal vez común a varios centros educativos), no se fomenta una práctica cotidiana pro-ambiental.
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Cobertura cognoscitiva
¿La secundaria eleva el nivel de alfabetización ambiental?
Asociación entre el conocimiento declarativo y el vertido* de desechos
Referencias