La somnolencia que precede el inicio del sueño nocturno es un estado agradable; durante él nos sabemos listos para sumergirnos en una nueva etapa capaz de restaurar una serie de funciones, entre las cuales destacan las del área cognitiva: es decir, dormir nos permite poner en forma nuestro propio cerebro.

En las sociedades industriales, en las cuales el estudio, el trabajo y la eficiencia determinan en buena medida la posibilidad de obtener mejores salarios, avances académicos y promociones laborales, el sueño se transforma en un lujo, incluso en una limitante. El doctor William Dement, uno de los pioneros en el desarrollo de la medicina del dormir, afirma en su libro The Promise of Sleep (La promesa del sueño) que las sociedades actuales están crónicamente privadas de sueño, ya que esta función se sacrifica o suprime para poder satisfacer otros aspectos de la vida.

Desde hace muchos lustros, para contender con esta privación, se ha desarrollado el consumo de sustancias estimulantes del sistema nervioso central (SNC), en buena medida promotoras del estado de vigilia pero, a la vez, facilitadoras del surgimiento de una adicción. Sustancias como la cocaína y las anfetaminas están en el lado siniestro del vecindario; sin embargo, diariamente estamos utilizando otras sustancias legales que son, con mucho, los estimulantes del SNC más utilizados en el mundo: la cafeína y la nicotina.