La intención de certificar
En la práctica, manifestar que una organización logra la certificación de un proceso va en contra del ánimo, la intención, los requisitos y uno de los más importantes principios de la Norma de ISO. Veamos por qué.
Según la norma, para obtener la certificación deben ser cubiertos ocho principios básicos y 137 obligaciones; una organización que decida implantar un Sistema de Gestión de Calidad (SGC) acorde con los criterios de la serie 9000 debe operar con una orientación hacia los procesos: registrar un conjunto de procedimientos tanto para el control documental como para el de sus actividades de prevención, contención y corrección de fallas; segregar y manejar en forma adecuada productos cuyos atributos no corresponden con las especificaciones y tener un proceso planeado y sistemático de auditoría de la calidad en toda la organización.
Del mismo modo, la normatividad para reconocer la calidad pide a la organización contar con los recursos materiales, humanos y financieros adecuados.
Entonces, ¿es o no una incongruencia afirmar que se certifican procesos aislados? ¿No sería más adecuado afirmar que se certifican sistemas de calidad donde se procura el control documental de las actividades que mantienen la gestión idónea de los recursos, sus procesos sustantivos y participación comprometida de la alta dirección?
Es por esto que, cuando se logra una certificación de ISO-9001:2000, sólo puede hacerse por un SGC: para que los procesos certificados funcionen de manera óptima requieren de una serie de actividades proveedoras de recursos e información, así como de facultar a los responsables de la toma de decisiones. Sin embargo, el hecho de que una organización logre la certificación, no significa que sea perfecta: la Norma permite certificar procesos que están lejos de ofrecer valor agregado a los clientes, usuarios y partes interesadas.
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