Una de las prácticas mágicas adivinatorias más antiguas es la llamada rabdomancia –que es como se denomina la supuesta capacidad que se atribuyen algunas personas conocidas como zahoríes–, utilizada para detectar la presencia de agua subterránea, tesoros, yacimientos minerales o hasta petróleo crudo.

En su versión original, el buscador de tesoros utilizaba una varita con forma de horquilla, sostenida en sus dos manos, la cual pretendidamente se doblaba con violencia hacia el suelo en el momento en que el sujeto pasara por encima del punto en donde, excavando lo suficiente, podría encontrarse el recurso buscado. También se utiliza un péndulo cuya oscilación señala la presencia o naturaleza de lo que se trata de encontrar (en este caso es común usar un pequeño péndulo sobre el vientre de las mujeres embarazadas para adivinar el sexo del futuro bebé).