Cuerpo es contención, contenido y continente
El cuerpo es contención de la piel que es frontera natural entre lo interno y lo externo, a la vez pasaje de ambos; de esa piel que, al ser tocada, extiende a toda su superficie y hasta la profundidad, ya sea la caricia o el golpe, la ternura o el odio.
Es contenido de carne viva, sangre, agua y nervios que lo recorren, haciendo posible el tránsito de la energía que sale y entra por los poros. Contenido de las experiencias fantaseadas que son las memorias; contenedor del espíritu que es el sentido más agudo.
El cuerpo es continente que se extiende a mundos desconocidos de significados y sensaciones aún no develados. Continente en el movimiento interminable hacia lo todavía no sucedido.
Y aunque la ciencia moderna haya retomado la división alma-cuerpo, dando a este último el título de existencia y dejando a la primera en el rincón de la sospecha, lo cierto es que ninguno de nosotros hemos podido ver cuerpos sin almas, ni almas sin cuerpos, por más oscuros que sean unas y otros. Al respecto Jean-Luc Nancy nos dice: "De ahí que no tenga sentido hablar de cuerpo y pensamiento separados uno del otro, como si pudiesen ser subsistentes cada uno por sí mismo: no son otra cosa que su tocarse uno a otro, el tacto de la fractura de uno por otro, de uno en otro. Ese toque es el límite, el espaciamiento de la existencia. Sin embargo tiene un nombre, se llama alegría y dolor o pena". 3
El cuerpo habita el alma y viceversa, pero no se corresponden del todo. La voluntad del ser se escinde para imponerse a la conciencia cuando ésta pretende haberla abarcado. El querer se manifiesta de maneras múltiples y desborda a la palabra, a la promesa.
La enfermedad detiene el cuerpo y echa a andar el alma, que en el conformismo de la salud se encontraba adormecida. La euforia, en cambio, mueve el cuerpo y lo saca de la monotonía del pensamiento.