La creatividad, el principio de todo
Otro de los beneficios de crear centros de investigación o diseño como el CIDETEJ, según el ingeniero Vázquez Lombera, es que los jóvenes egresados de las universidades encuentren en las empresas un espacio para desarrollar su creatividad y aterrizarla, tal y como lo hiciera él mismo a los ocho años de edad, en el taller casero de su padre en el poblado de Progreso, Hidalgo, donde construyó un tractor.
“El tractorcito –recuerda el ingeniero– levantaba su arado, tenía movimiento en el volante y contaba con frenos; además usaba pilas. El primer implemento agrícola que construí para ese tractor era una rastra (instrumento agrícola para recoger hierbas o allanar la tierra después de arada) hecha con alambrón y un pedazo de ángulo que encontré; yo veía las rastras reales utilizadas en el campo y de ahí sacaba la idea y la reproducía en madera o latón”.
A dicho tractor le siguió un pequeño remolque de madera y más tarde, ya como estudiante de la Vocacional 2, un nuevo tractor, más sofisticado, el cual utilizaba engranes de relojes descompuestos que adquiría en el barrio de Tepito “apenas y cobraba la beca que me daban en el Poli”.
Con dicho tractor ganó un concurso de artes manuales en 1959, el premio: un viaje a la planta Ford de Detroit; experiencia tras la cual construyó un Ford Coupe, modelo 1930.
“Creo que (estas vivencias) me ayudaron a desarrollar la creatividad para elaborar más tarde todas las máquinas que he construido, por ello recomiendo a los jóvenes un taller casero y un juego de herramientas, particularmente para los niños, para que ellos desarrollen su creatividad”.
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