La enseñanza del psicoanálisis
En resumen y desde mi punto de vista: el psicoanálisis como método de enfrentarse con uno mismo a través de la lengua y del oído profesional del o la psicoanalista, sigue constituyendo un método válido al que se debe acudir si existe la posibilidad de hacerlo. No es una anestesia contra las penas y las vicisitudes que toda vida trae consigo, pero sí es un medio que permite mayor flexibilidad y tolerancia, hacia uno mismo y hacia la otredad. Pero más que eso, y al margen del contexto socio-histórico del que surgió, el psicoanálisis ha desarrollado una serie invaluable de metodologías, experiencias, teorías y comentarios que facilitan la comprensión del sujeto inserto en relaciones sociales.
En el terreno de la psicopatología, el psicoanálisis no puede, ni debe, intentar ocupar el lugar de la bioquímica , sino coadyuvar con los avances que el estudio de los neurolépticos ha acarreado consigo para el alivio de los trastornos mentales, muchos de los cuales fueron calificados por Freud de “neurosis”, si bien él mismo avanzó, en cierto momento, que algún día los avances de la medicina acarrearían soluciones más prometedoras y rápidas que la psicoterapia psicoanalítica.
Probablemente dos de los más avezados discípulos de Freud: Víctor Tausk y Herbert Silberer, no se hubieran suicidado debido a “impotencia psicológica” (depresión severísima) de haber vivido hoy día. Y lo mismo quizá puede decirse de Walter Benjamin, de Virginia Wolf o de Nicolas de Stäel, por citar ejemplos conspicuos, pero para ese tema, que conlleva la decisión filosófica más radical que existe, el libro de Emile Durkheim , nacido dos años después que Freud, sigue manteniendo el lugar princeps entre nuestros clásicos.
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