¿Qué
efectos produce su inhalación?
Dentro de los compuestos presentes en las partículas contaminantes, susceptibles de ser inhalados, las endotoxinas han recibido especial atención por su capacidad para estimular respuestas inflamatorias, que es la forma en que nuestro cuerpo se defiende, gracias a que los LPS alertan a las células responsables y las preparan para el ataque.
Los macrófagos pulmonares (células encargadas de comer los residuos que ingresan) representan esta primera línea de defensa. Cuando son estimulados por las endotoxinas, inician la producción de una serie de moléculas denominadas citocinas, las cuales permiten la comunicación con otras células o fortalecen su capacidad de ataque para montar estrategias de defensa para el cuerpo humano.
Esta reacción no es azarosa, depende de
que los macrófagos
reconozcan a las endotoxinas. Para esto, ellas tienen
que ser acarreadas hacia los macrófagos por
una molécula llamada LBP; a su vez, los macrófagos
deben tener en su superficie una serie de receptores
específicos para las endotoxinas. De esto
depende que un macrófago identifique a las
moléculas del agresor y se active,
para iniciar así una compleja serie de reacciones
intracelulares necesarias para la expresión
de los genes requeridos para dar una respuesta (ver
animación).
Aunque el recurso inflamatorio es algo deseable y benéfico para el organismo, éste puede volverse exagerado y adverso ante la inhalación de endotoxinas en concentraciones altas o persistentes, frente a la penetración de endotoxinas al torrente circulatorio o ante la exposición a endotoxinas en individuos susceptibles.
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