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Según la Evaluación nacional de logro académico, cerca de 75% de estudiantes de bachillerato muestra una comprensión lectora insuficiente y elemental, lo que implica déficits en el sistema educativo, desde el nivel básico. |
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Una de las destrezas académicas básicas es la competencia lectora. Si bien se considera que la educación básica dirige mucho esfuerzo a la enseñanza del lenguaje, el seguimiento de esta competencia en el bachillerato y la educación superior es casi nulo; como si se esperara que el hecho de darle sentido a la lectura y después hacer juicios valorativos del texto emergiera de forma natural.
De acuerdo con datos de la Evaluación nacional de logro académico en centros escolares,1 cerca de 75% de los estudiantes de bachillerato exhibe una comprensión lectora insuficiente y elemental, lo que representa déficits para el sistema educativo, desde los niveles básicos, lo que para los estudiantes de niveles superiores –cuando carecen de esta destreza– implica rezagos que no son atendidos. Así, algunos señalan que la universidad no es el lugar para aprender a leer y escribir, pero si no hacemos algo por quien necesita este apoyo, ¿entonces quién debe hacerse cargo?
Es esta temática en la que está inmersa nuestra propuesta para la educación superior, cuyos alcances pueden llegar a niveles más generales, como opciones de educación formal en el bachillerato y la educación no formal y continua.
Un problema asociado a la comprensión lectora radica en la creencia de que los textos representan verdades incuestionables, ello conduce a que quien lee no cuestione la validez de ciertas afirmaciones, sus conexiones lógicas o su credibilidad. Esto lleva a una situación en la que el lector no es activo en un plan escolar. A ello sumamos la tendencia a intentar memorizar los textos.
Como tema de la educación permanente implica recursos intelectuales para educarse uno mismo, para seleccionar qué tipo de información es necesaria y cómo usarla. En poco tiempo la estructura de las profesiones y el mercado de trabajo cambia y se diversifica, produciendo acumulación de información que hace inevitable contar con habilidades para la actualización de conocimientos que prevengan la obsolescencia del profesional; de tal manera que resulta útil contar con estrategias de lectura crítica y supervivencia académica que permitan: evaluar los textos que presentan los avances de los campos de conocimiento, cuestionar y entrever aportaciones a nuestra disciplina.
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