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Justo Sierra
 

Justo Sierra Méndez nació en la ciudad de Campeche en 1848 y murió en Madrid, España, en 1912. Fue hijo de don Justo Sierra O´Reilly, el jurista yucateco que fuera iniciador del periodismo literario en la península y de la novela romántica de reconstrucción histórica.

Justo Sierra hizo sus primeros estudios en su ciudad natal y los continuó en Mérida, hasta la muerte del padre (1861). Entonces la familia se trasladó a la capital, y él ingresó como interno en el Liceo Franco-Mexicano y más tarde en el Colegio de San Ildefonso, donde hizo brillantes estudios y se reveló su vocación literaria. Aún se mantenía el Imperio cuando Sierra inició sus estudios de jurisprudencia en San Ildefonso. En 1871 obtuvo su título de abogado.

De 1868 en adelante, Sierra ocupó un lugar preferente en las veladas literarias que se organizaban entre los artistas de la época, gracias a Ignacio Manuel Altamirano, quien fuera su tutor. A él le escribiría, cuando partió en 1889 hacia España, una pieza oratoria en donde lo consagra como guía para las nuevas generaciones.


Después, Sierra confirmó su fama naciente con el periodismo. En El Monitor Republicano (1846-1890) publica sus "Conversaciones del domingo", cuya parte medular son los relatos que forman el libro Cuentos románticos. En la revista El renacimiento publica su novela El ángel del porvenir.

Escribe también en El Domingo y en El Siglo XIX. Prueba suerte en el drama con su obra La piedad. Se consagra como uno de los principales ideólogos de su clase con sus preocupaciones por la historia, la sociología y la educación, que adquieren poco a poco madurez y cumplimiento. Estas cualidades se evidencian en los artículos que escribe para La Tribuna y La Libertad, del que fue director hasta la muerte de su hermano Santiago, y El Federalista. Las impresiones de viaje de Sierra forman el libro En tierra yankee e inicialmente se publicaron por entregas en El Mundo (1897-1898).

Entre los puestos políticos que ocupó están: el de diputado al Congreso de la Unión, magistrado de la Suprema Corte de Justicia y subsecretario de Instrucción Pública. Como ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (1905-1911), Sierra revitaliza la cultura nacional: siempre a favor del progreso, sienta las bases para un crecimiento nacional. Su consigna "educar es poblar", lo lleva a culminar esta obra, en 1910, con la fundación de la Universidad Nacional. Más tarde fundará la Escuela de Altos Estudios: "Convocaremos [...] a los principios de las ciencias y las letras humanas [...] Nuestra ambición será que en esa escuela, que es el peldaño más alto del edificio universitario, se enseñe a investigar y a pensar, investigando y pensando".

En 1912 es designado ministro plenipotenciario en España, en cuya capital muere. Sus restos se trasladaron a México y fueron sepultados en el Panteón francés. En el primer centenario de su nacimiento,la Universidad lo declaró Maestro de América y sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

La obra de Justo Sierra es una de las más ricas y abundantes de su tiempo. Inserto en el positivismo, la doctrina para la cual la razón y la ciencia son la fuente de todo conocimiento y de la verdad, encarna las manifestaciones espirituales y culturales más significativas de la época de grandes cambios en que le tocó vivir. Simboliza, además, la ideología cultural de la élite burguesa que, para los primeros años del siglo XIX, considera insostenible el régimen de "absolutismo burocrático" que hasta entonces había funcionado, y que pretende ella misma renovar y liberar al pueblo. Inmerso siempre en todos los aconteceres culturales, se reúne también con los poetas en la Revista Azul y en la Revista Moderna, centros de la revolución literaria, e influye en sus discípulos como Luis G. Urbina y González Obregón.

Narraciones, poesías, discursos, doctrina política y educativa, viajes, ensayos, críticas, historia, forman el valioso material de la obra de Sierra. Durante su juventud cultiva, principalmente, la poesía, el teatro y la prosa narrativa. Comenzó a escribir poesía desde 1868; en ella es notable la influencia del maestro francés Víctor Hugo, de Núñez de Arce, de Musset y de Bécquer. Luego experimenta una época "parnasiana", en la que sigue los ideales clásicos de la escuela francesa y que inicia con su "Funeral bucólico". De este último hizo distintas versiones de Les Trophés. Uno de sus poemas más reconocidos es "El beato Calasanz", y es también famoso el titulado "Playera". Algunos críticos han apuntado que existe en él un antecedente modernista, pues introduce algunas renovaciones en el estilo. El periodismo político y la prosa literaria fueron practicados constantemente por el autor durante toda su vida, pero, entre todas las formas que cultivó Sierra, lo perseverante fue lo histórico. Una de sus importantes producciones al respecto es la Evolución política del pueblo mexicano. La otra, Juárez, su obra y su tiempo, formó parte, originalmente, de los tres ejemplares de México: su evolución social, compilación que repasaba la secuela de hechos del porfiriato. Así, Sierra se manifestó no sólo como un gran narrador, sino como uno de los más laboriosos investigadores de la historia cultural mexicana.

FUENTE: Protagonistas de la Gran Historio de México Ilustrada, Gran Historia de México Ilustrada [CD-ROM]. Windows 95 o superior. Planeta DeAgostini. ISBN:970-726045-9

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